Queridos lectores, cuando nos empeñamos en implantar un programa de educación para la salud, o utilizar una nueva técnica sanitaria, o aplicar una nueva terapia, etcétera, tenemos la obligación de medir el resultado de muestras actuaciones. ¿Por qué?. Pues porque son personas a las que están destinadas nuestras actuaciones, y realizar una intervención para ellos, supone, por lo menos, no perjudicarles, y después saber en cantidad hemos obtenido los resultados perseguidos. Pero tenemos muy aprendido, o quizá es algo innato a la mente humana, que siempre le damos bastante credibilidad a lo que nosotros creemos que es bueno, basando esta creencia en suposiciones previas, nada contrastadas. Algo que a priori nos parece que será bueno para las personas a las que se les destina un programa, pudiera ser que saliesen más perjudicados que de no haber realizado la intervención. Así pues, se está empezando a demostrar, que la falsa creencia de la agresiva educación sexual, que iba a disminuir los embarazos, lejos de hacerlo, los está aumentando considerablemente. Incluso algunos de los autores del programa, achacan este fracaso, a que no se ha hecho el suficiente hincapié para que surta el efecto deseado. Es decir, las sangrías que se hacían a los enfermos de la edad media, con el buen objetivo de sanarlos, no les mejoraba, por lo que se insistía aún más en dicha sangría, no fuera a ser, que se le hubiese sacado poca sangre, y por ende el enfermo no mejoraba. Por lo tanto, señores, aprendamos a medir, pero a medir bien. Yo puedo medir la fiebre de un enfermo con un termómetro puesto en su axila, pero, se me ocurre, que también podría medir la temperatura de la almohada y decir los grados celsius que sufre el paciente. El problema es que, esta medida indirecta (la de la almohada) tiene tanta probabilidad de ser errónea, que mejor no hacerlo, ya que seguro que no acertaríamos con la temperatura real. Por esto digo, que hay que medir, y medir bien, con indicadores directos, o a lo sumo, si son indirectos, que sean extrapolables en la mayoría de casos previstos. Pero este indicador además de ser directo, se le exige que sea de relevancia clínica, ya que no es lo mismo medir la capacidad de un medicamento en disminuir el colesterol en sangre, que medir el número de muertes o infartos que previene. Tampoco es lo mismo saber cuantas piscinas tienen vallado, para satisfacer el cumplimiento de una norma, que saber cuantas muertes se evitan con medidas preventivas en esta piscina. Lo digo sobre todo por la perdida y obtusa Salud Pública, la cual es guiada constantemente por la senda del despropósito. Porque a lo mejor, las famosas vallas que hay que poner en las piscinas, porque lo "manda la ley", aumenta el número de accidentes fatales, ya que pudieran evitar la rápida entrada del socorrista en el recinto vayado. Pero claro, nos dedicamos a contar cuantas instalaciones tienen su vallita puesta. Espero que no ocurra como con los embarazos. Por todo lo anterior, debemos aprender a medir, debemos medir, y medir bien, con indicadores directos y relevantes clínicamente, y dar a nuestro sentido común, el mayor de los destierros que se merezca.
Un cordial saludo.